El discernimiento
adquirido y medios para alcanzarlo.
El discernimiento
adquirido es un verdadero arte, el más difícil y provechoso de todos, que
constituye una fuente de gracias para el que lo ejecuta y para el que los
recibe.
Consiste en una
habilidad especial para examinar los principios y los efectos de los diversos
movimientos del alma, contrastándolas con las reglas que el Espíritu Santo nos
da en las Sagradas Escrituras o a través de la tradición eclesial cristiana, a
fin de dictaminar con las máximas garantías de acierto si estos movimientos
vienen de Dios, del espíritu de las tinieblas o de los extravíos de la propia
imaginación.
He aquí los
principales medios de alcanzar ese divino arte:
a) La oración
Es el más
importante y fundamental. Aunque se trate de un arte que se puede ir
adquiriendo poco a poco con el estudio y esfuerzo personal, todo resultará
insuficiente sin la ayuda especial del Espíritu Santo
b) El estudio
Es preciso
penetrarse profundamente de los datos que nos proporciona la Sagrada Escritura,
los santos Padres, los teólogos y maestros de la vida espiritual, sobre todo
los que juntaron a la vez la ciencia y la experiencia.
c) La experiencia propia
En el ejercicio de
ese arte eminentemente práctico, la experiencia personal se impone con absoluta
necesidad. La teoría sola no basta. Es imposible que un ciego dictamine con
acierto acerca de la luz.
¿Cómo sabrá, un
líder o servidor cristiano, distinguir las obras de Dios, llenas de luz, de las
que provienen del espíritu de las tinieblas, si no esta acostumbrado a recibir
la luz divina, que se infunde de ordinario en la oración y trato íntimo con
Dios? ¿Cómo un ciego puede guiar u otro ciego?
d) la remoción de los obstáculos
Hay que evitar
sobre todo el espíritu de autosuficiencia, que impulsa a decidir por cuenta
propia, sin consultar jamás a los sabios y experimentados. Dios suele negar sus
gracias a estos espíritus soberbios; la humildad en cambio, atrae siempre las
luces y bendiciones de lo alto.
El líder cristiano
debe mantener cierto equilibrio de ánimo frente a las distintas situaciones y
examinarlo todo con rectitud y sencillez. No juzgar nunca por razones humanas
simplemente, sino por los dictámenes de la prudencia sobrenatural. Ni sea
precipitado en la emisión de sus juicios, sino sométales a madura reflexión,
aunque sin excesivas sutilezas. Tener absoluta confianza en Dios y en la
protección de María, Virgen
prudentísima, que no dejara de ayudar si se procede en todo con rectitud de
intención y espíritu sobrenatural.
Discernir entre los
tres espíritus que mueven al alma
El discernimientode espíritus lo encontramos en San Ignacio de Loyola cuando explica el sentido
de las palabras ejercicios espirituales: «todo modo de examinar la conciencia,
de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras operaciones
espirituales... Todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí
todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar
la voluntad divina, en la disposición de su vida para la salud del ánima».
San Bernardo señala
hasta seis espíritus diversos que pueden mover al hombre en sus operaciones:
espíritu divino, angélico, diabólico, carnal, mundano y humano.
Pero estos se
reducen a tres que fueron enseñados comúnmente por los maestros de la vida
espiritual. Espíritu divino, diabólico y humano.
Para terminar, a
manera de conclusión, citamos a Santo Tomas de Aquino quien nos lego un
criterio de discernimiento fundamental: “Toda verdad, dígala quien la diga,
viene del Espíritu Santo”.(San Ambrosio, Glossa a I Cor 12, 3.Santo Tomás de Aquino lo cita más de quince veces, p. e., en I Sent., d. 19, q. 5, a. 2, 5)